Desde Casa del Libro queremos proponerte un viaje a través del conocimiento: desde las teorías más increíbles, hallazgos sorprendentes, ciencias aplicadas, matemáticas, física y química, hasta la ciencia adaptada a los más pequeños.

Te presentamos nuestra Revista de Ciencia: una guía elaborada por nuestros libreros que además cuenta con la colaboración de científicos y estudiosos como Eduard Punset, Pere Estupinyá, Elena Carero, Ignacio Morgado, Paloma Navarrete y Leontxo García. Con esta revista queremos ofrecer una selección de libros y Juegos Educativos que permitan al lector adentrarse en los diferentes ámbitos de la Ciencia.

La Revista Ciencia ya está disponible en todas nuestras librerías y en versión digital aquí.

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Además, ya podemos anunciar que a partir del 21 de octubre estará disponible el nuevo libro de Eduard Punset, El viaje a la Vida.

Descubre en nuestra Revista de Ciencia un adelanto en exclusiva para los lectores de Casa del Libro, de la mano del propio Punset:

 

El nacimiento de la empatía

 Hace miles de años, parientes de nuestros aEl viaje a la vidantepasados los chimpancés iniciaron una nueva forma de vida; en lugar de pasar otro millón de años cazando y pastoreando en grupos sociales de tipo familiar, les dio por ampliar esas tribus en las que la gente podía compartir el trabajo, formas de vida y hasta credos, ideas, competencias, tecnologías, música y arte. Como observó muy acertadamente el antropólogo James C. Scott, el mundo pudo contemplar el cambio del nuevo escenario de poder definido por la lucha entre los genes y la cultura.

Extraño es que tan pocos constataran el último acto de la obra que describía el equilibrio de poder entre genes y mente. Resulta que los humanos habían aprendido cómo extraer conocimiento de los demás, imitarlos, copiarlos mejorando su modo de ser.

Nuestras culturas heredadas, que hoy ni siquiera valoramos, alteraron radicalmente, para siempre, el curso de la evolución y de nuestro mundo conocido. Saber utilizar la cultura heredada implicó convertirnos en la primera especie cuyo aprendizaje para sobrevivir, lo extraíamos no de los genes, sino del conocimiento acumulado por nuestros antepasados, de los memes que pasan de una generación a la siguiente sobre las  que teorizó hace ya unas décadas el gran biólogo Richard Dawkins. Así, lo que aprendimos se fue añadiendo a nuestro acervo cultural y con el tiempo hemos ido sacando punta a todo este saber mediante innovaciones y mejoras, hasta que además, actualmente, no solo nos inspiramos sino que copiamos de nuestro entorno, incorporamos los diseños de la naturaleza, increíblemente eficientes, que la selección natural se ha encargado de esculpir tras los miles de millones de años de evolución, tal y como explica Janine Benyus en su magnífico libro Biomimicry: Innovation Inspired by Nature (traducido al español como Biomímesis). Lo que aprendimos del historial  genético indica que no llegábamos ni a siete mil personas cuando todo empezó.

Demasiado a menudo olvidamos que nuestro sentimiento respecto al poder es esencial para explicar los secretos de nuestra actitud frente a lo cotidiano. ¿Por qué nos empeñamos en conseguir algo que nos parece imprescindible? O por el contrario, ¿por qué, aparentemente, algo muy profundo de nuestra vida interior, nos dice que su obtención no cambiaría nuestro destino?

Por ello es de gran utilidad ahondar en los distintos elementos de los que depende la vocación de poder: el puesto que se ocupa en la organización o estructura social, en primer lugar; el impacto de la edad –porque no puede olvidarse el efecto de la biología sobre nuestra apetencia de poder-, y por último, la repercusión del efecto de activadores sociales como las drogas o determinados tipos de organización similares. Todo el mundo es consciente –o debería serlo- de que el lugar ocupado en la estructura jerárquica, en el esquema organizativo, determina el grado de poder individual. El último mono en la escala corporativa coincide con el ser más desprovisto de poder. El jefe de Gobierno o de una determinada área tiene y ejerce –aunque diga lo contrario-, un poder sin límites apenas.

Pero somos animales sociales y vivimos en un contexto social, conectados a otras mentes. La empatía es la base de esta conexión y detrás de este sentimiento juegan un papel crucial las llamadas neuronas espejo. Este es un descubrimiento relativamente reciente, pero en realidad hemos invertido siglos de Historia para entender cómo los humanos somos capaces de deducir lo que los demás piensan, sienten o hacen. De modo innato, el ser humano (y algunas otras especies) imita lo que hacen los demás, sonríe si los otros sueltan carcajadas, se entristece si los demás lloran, aprende reproduciendo lo que dicen y hacen quienes le rodea. Para Marco Iacoboni, neurocientífico de la Universidad de California en Los Ángeles, el descubrimiento de esas neuronas espejo fue verdaderamente extraordinario y dio un vuelco a la visión que tenían los científicos del cerebro.

Eduard Punset

Descubre mucho más en la Revista de Divulgación Científica de Casa del Libro, en librerías hasta el el 22 de octubre.

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