En 1953, José Saramago escribió Claraboya, y le entregó el manuscrito a una editorial sin obtener respuesta alguna sobre su posible publicación.

Claraboya

«El libro no sólo no fue publicado sino que tampoco lo volví a ver. Hasta que, cerca de cuarenta años más tarde, recibí una carta en la que me decían que, en una reorganización de sus archivos, habían encontrado el original de Claraboya, pero llegaban tarde»: Saramago ya no estaba interesado en publicar el manuscrito en vida, dada la falta de respeto demostrada, y rechazó tajantemente la oferta de la editorial.

Claraboya narra la historia un edificio donde viven seis inquilinos «que se ven sucesivamente envueltos en un enredo», según palabras del propio autor, quien describe la obra como «un libro ingenuo, que tiene cosas que están ya relacionadas con mi modo de ser».

Amanece en Lisboa. En una mañana de mediados del siglo XX, la mirada del novelista se asoma a la ventana de un vecindario. Se anuncia un día no muy diferente de los demás: el zapatero Silvestre, que abre su taller; Adriana, que parte hacia el trabajo mientras en su casa tres mujeres inician otra jornada de costura; Justina, que tiene ante sí un largo día jalonado por las disputas con su brutal marido; la mantenida Lidia; y la española Carmen, sumida en nostalgias…

Discretamente, la mirada del novelista va descendiendo y, de repente, deja de ser simple testigo para ver con los ojos de cada uno de los personajes. Capítulo a capítulo, salta de casa en casa, de personaje en personaje, abriéndonos un mundo gobernado por la necesidad, las grandes frustraciones, las pequeñas ilusiones, la nostalgia de tiempos que ni siquiera fueron mejores. Todo cubierto por el silencio tedioso de la dictadura, la música de Beethoven y una pregunta de Pessoa: «¿Deberemos ser todos casados, fútiles, tributables?».

Saramago terminó de escribir Claraboya a los treinta y un años y entregó el manuscrito a una editorial de la que solo obtuvo respuesta cuarenta años más tarde, cuando era un escritor consagrado. La escritura minuciosa y paciente retrata con maestría una época marcada por la desesperanza. Claraboya anticipa de un modo deslumbrante los elementos del universo Saramago, así́ como las virtudes que serán el germen de tantas obras maestras. En el texto se oye la voz de José Saramago, se reconocen sus personajes, se identifican la lucidez y la compasión que según la Academia Sueca distinguen su obra.

«En todas las almas, como en todas las casas, además de fachada, hay un interior escondido.» Raúl Brandão

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