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Para mí, como autora de La Villa de Sofia en la que encontrarás mayor explicación, y en lo personal, no tengo duda al respecto: El Día de todos los Santos es lo que celebro.

No lo entiendo como una celebración religiosa, sino como una muestra de respeto y recuerdo a los que físicamente ya no nos acompañan de la misma manera en que lo hicieron. Siguen presentes de alguna forma y de hecho el día siguiente, el dos de noviembre, es el día de las almas que cierto o incierto retornan y eso data del siglo IV. Cuestión de creencias será pero pasado un tiempo, tras la muerte de alguien que fue importante en nuestra vida, es posible sentir esa presencia a nivel emotivo. Nada hay que vincule esto con ser católico o no, la vida y la muerte son patrimonio de todos y cada cual lo entenderemos de una manera. Si somos capaces de sentir esa cercanía con alguien muy nuestro difunto no será tan importante un día concreto porque todos los días lo recordaremos.

Halloween es muy diferente, no se trata de recordar a los muertos, es una celebración de brujas, una fiesta de origen celta que siempre se ha asociado al Día de los Santos pero poco o nada tiene que ver en el fondo.

Era en sus inicios el cambio de estación, el comienzo de un nuevo periodo en el que había que ahuyentar a los espíritus malignos y tratar de retener a los que eran propicios para el bienestar. De ahí los disfraces y los cuentos de terror tan típicos para alejar a los no deseados.

A través de los medios de comunicación, cine y literatura se ha expandido como la espuma este festejo y está bien que lo hagan quienes así lo quieran. En los tiempos que corren bueno será ahuyentar a los malignos que nos rodean.

En nuestro país han existido y ahí siguen fiestas parecidas en cuanto a disfrazarse, incluso con comidas especiales por la fecha porque a nosotros nos va mucho el comer, pero sin dejar el lado más antiguo y por tanto de mayor tradición: la visita a los cementerios.

Está bien Halloween para entretener a los niños y divertirse otros no tan niños, es bueno tener motivos de festejo sean nuestros o ajenos. Pero sobre todo es importante en lo comercial. Algo parecido ocurre con la visita a los cementerios y las flores con que la gente obsequia a sus difuntos. Al final parece que todo es una cuestión económica.

No será así si no lo es para ti. Yo no voy ya al cementerio, pero sí pongo flores en mi casa y enciendo una vela para festejar que sigo sintiendo en lo más profundo a los que antaño sentí y que en esencia siguen junto a mí.

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