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Cuando en 2009 terminé la que podía denominarse oficialmente mi primera novela, escuché esa vocecilla que me apremiaba a dar el paso: <<Y ahora, ¿por qué no la envías a alguna editorial y pruebas suerte? El ‘NO’ ya lo tienes>>. A través de internet, recopilé una lista interminable de editoriales que afirmaban apostar por los nuevos autores, por los desconocidos, por aquellos que tratan de abrirse paso en el mundo de la literatura. Y envié el manuscrito a todas ellas, sin reservas; incluida a alguna que sólo aceptaba la novela en formato físico (una novela de más de 700 páginas, que tocó imprimir para nada, todo sea dicho).

Un “no” detrás de otro.

Salvo alguna negativa o silencio, no puedo decir, en líneas generales, que la novela tuviese una mala acogida pero claro, cuando la “confianza” de una editorial se respalda en el presupuesto de lo que habrás de abonar para ver publicada tu novela, bajo mi humilde punto de vista, pierde bastante valor. Sin embargo, en aquel momento, la ilusión pudo más que cualquier cosa, incluidos los “contras” que me puso la editorial elegida en cuestión: (<<Es una novela difícil vender porque no te conoce nadie, porque es demasiado larga, porque es demasiado cara…>>).

Nada más terminar de escribirla y publicarla, me puse manos a la obra con la siguiente y la siguiente y otra más hasta el día de hoy. Volví a probar suerte con la coedición en otra editorial y los resultados fueron similares: previo pago de lo estipulado, la editorial cumplió con aquello a lo que se había comprometido. Y hasta ahí. A partir de ese momento, toda promoción y esfuerzo queda en manos del autor.

Después de eso, decidí que  me lanzaría a la aventura de la autoedición, encargándome yo de todo cuanto pudiera. Y en esas estaba. Hasta que un día, llamó a la particular puerta de mi correo electrónico Ediciones Tagus, interesada en la novela ‘Letargo, la primera de las cinco entregas de la saga Divano.

Por primera vez era una editorial la que venía a interesarse; por primera vez, los puntos reflejados no eran los débiles, sino los fuertes, las posibilidades de la novela y la confianza de la editorial. Una confianza en el pleno sentido de la palabra: sin presupuestos ni pagos previos, sin red para dar el salto, sin miedo al paso al frente. Apostando por ‘Letargo’ de verdad. Y apostando de verdad.

Tras la propuesta, pude hablar con ellos de viva voz, solventar dudas, plantear cuestiones, resolver problemas, conocerlos de primera mano y, sin dudarlo, aceptar. Más tarde, firma de contrato, corrección -de la que he aprendido mucho, todo sea dicho- y lanzamiento del ebook. Tres días después de salir a la venta, estaba entre los más vendidos de la web; un pequeño paso en el cómputo global pero una ilusión enorme para mí.

No sé dónde estará el techo que el destino, la vida o, mejor aún, los lectores le pongan a ‘Letargo’ pero sí sé que está en las mejores manos para alcanzarlo o ascender sin límite. Porque una vez publicado, siguen estando ahí, comunicándose conmigo con toda la atención, rapidez y amabilidad del mundo, apoyando. Ellos sí que han apostado realmente por mí y por mi trabajo y eso es algo, cuyo valor probablemente sólo un autor entienda. Al fin y al cabo, no trabajan con novelas; trabajan con sueños.

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