Si transcurridos tres años desde la publicación tu obra permanece de actualidad, es que alguna tecla adecuada tu pluma tocó.  Cuando estéis sumergidos en la lectura de El sexto hombre vais a dudar acerca de si la ministra corrupta, el conseguidor gigoló, el empresario megalómano y el periodista cañón tienen nombre y apellidos en la vida real (tal y como me han apuntado decenas de lectores). O si me acompañaba una bola de cristal mientras escribía la trama en 2012, como me apostilló otro lector desde Cataluña. Porque el entramado de Gürtel, los papeles de Panamá, las black cards o personajes como el clan Pujol, Blesa, Granados, Bárcenas o Rato quedan bien reflejados en esta novela.

Pero, ¿qué descubriréis en las páginas de El sexto hombre que os mantendrá en vilo sobre si estáis leyendo ficción, realidad o realidad novelada?

  1. Negocios envueltos de aparente legalidad que dan paso a un trasfondo en el que, mediante sociedades pantalla, ingeniería financiera o testaferros se aprovechan vacíos legales para entorpecer el seguimiento de las fuerzas del orden. Mecanismos que fueron inventados por las élites que se beneficiaban de ellos para delinquir a sus anchas. ¿Os suena?
  2. Una choriza de guante blanco y apellido de postín que se corona como la estratega de las sospechosas transacciones de las élites. Una dama de alta cuna a la que cada nuevo euro birlado, le provoca el deseo irreprimible de atesorar más parné. ¿Quién será?
  3. El potentado creador de un emporio -beneficiario, cómo no, de concesiones de obra pública- que tiene una familia desestructurada, pero muy linda a los ojos de la high society ¿Le ponéis cara?
  4. El aparato partidista que neutraliza cualquier intento de iniciativa ajena y que silencia cualquier voz discordante para conseguir sus objetivos. La vida misma, ¿o no?
  5. Un Gobierno que intenta mantener el poder como sea, aunque sus mandamases sean ineptos siderales, ascendidos a los altares por extrañas carambolas del destino, por dedazos casi divinos o por caprichos inexplicables del azar.

Como a estas alturas ya os he sonsacado una media sonrisa socarrona, os voy a desvelar un secreto: cuando los implicados en asuntos turbios son las altas esferas, cargos de relevancia institucional, la élite bancaria, judicial o empresarial, suele ocurrir un fenómeno que jamás será reconocido por los involucrados. Se trata de señoriales sentadas en mesas de alto copete o en escenarios sólo al alcance de las billeteras más rebosantes, aderezado por grandes dosis de buenos modales, excelentes viandas y mejores caldos, que culminan en conversaciones como esta:

  • Si tú haces público los chanchullos del alcalde, yo hago públicas las comisiones del ministro. Si tú haces público lo de la cocaína del concejal, yo hago público lo de las putas del consejero. Si tú haces públicas las cuentas falseadas del presidente de la diputación provincial, yo hago públicas las desviaciones de fondos públicos del secretario de estado. Si tú haces públicas las cuentas en Caimán del tesorero, yo hago públicas las cuentas en Panamá del vicepresidente. Si tú haces público lo del aeropuerto, yo hago público lo del recinto ferial. Si tú haces público lo del tramo del tren de alta velocidad, yo hago público lo de la concesión del evento deportivo. Si tú haces públicas las escuchas ilegales, yo hago públicos los espionajes irregulares. Si tú haces público lo de los terrenos recalificados, yo hago público lo de los fondos reservados.  Así que o callamos la boca como putas o nos vamos todos a tomar por saco. Y si ningún juez con vocación de mosca cojonera o con complejo de superhéroe mete las narices donde no le llaman, ni a ningún jodido periodista le da por hurgar donde no debe, los votantes permanecerán en la inopia, el lugar que les corresponde por borregos. 

Y así, queridos lectores, se diluyen los escándalos contemporáneos: alegremente, entre las burbujas de prohibitivos rosés que reposan en cubiteras de distinguidas mesas. Todos salen beneficiados. Todos excepto la verdad verdadera, los sufridos ciudadanos y un descompuesto sistema imposible de recomponer.

No dejéis de leer El sexto hombre si queréis saber mucho más

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