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Hace seis años jamás pensé que escribiría un libro. Nunca se me hubiera pasado por la cabeza. Es curioso cómo la vida te empuja hacia adelante, incluso a pesar de los planes que tengas con anterioridad.

El caso es que hace cinco años y medio, justo en las navidades de 2010, me quedé en paro. No creo que nadie considere esto una buena noticia, desde luego, pero fue el punto fundamental para que me planteara escribir una historia. Ya había escrito pequeños cuentos o inicios de novelas con anterioridad –más como una especie de juego o de pasatiempo, que con el objetivo de entrar en el mundo literario–, y disponer de tiempo libre me permitió embarcarme en la aventura de iniciar y acabar una novela completa. No sabía si sería capaz de lograrlo, lo admito. Sin embargo, meses después, me encontré con una novela terminada (en realidad, el borrador de una novela, aunque por aquel entonces lo desconocía).

Fue una editorial pequeña quien apostó por aquella obra, La amenaza, si bien eso fue ya un par de años después. Entretanto, la adicción a escribir se había instalado en mi cabeza, y esa primera novela fue seguida por muchas otras, como Los crímenes del ajedrez, Una herencia problemática, August. Pecado mortal o la reciente Cabrones, escrita junto a otros dos escritores y amigos. En el camino se han quedado bastantes otras, esperando ser terminadas o, quizá, que sus historias formen parte de otras novelas futuras. Seguro que antes o después tendrán su oportunidad.

Pero no quiero irme por las ramas. Pasaba por aquí a hablar de mi libro, y eso haré. ¿Por qué crímenes? ¿Por qué ajedrez? Lo de que existan crímenes en cualquiera de mis historias, ya sean novelas o relatos, es algo que no sorprende a ninguno de mis lectores. Al contrario, si no muriese alguien violentamente, se sorprenderían. Admito que me gustan los crímenes (en la ficción, por supuesto), tanto literarios como cinematográficos. Las novelas de intriga, los thrillers de acción, el género negro…, son de mis lecturas favoritas, aunque intento leer todos los géneros. Escritores como Douglas Preston y Lincoln Child (con sus fantásticos D’Agosta y Pendergast), Boris Vian escribiendo como Vernon Sullivan, o Clive Cassler son escritores que disfruto muchísimo y que me gustaría pensar que pueden llegar a influirme un poco. Tan solo un poco, aunque sea.

¿Y el ajedrez? En cuanto comencéis a leer el libro veréis que el ajedrez forma parte de la trama, ya que aparecen piezas de ajedrez junto a los cuerpos de los desafortunados cadáveres. También los protagonistas y otros personajes tienen su equivalencia, según la forma en que yo los veo, en piezas de ajedrez, tanto en color como en tipo. Admito que no sé jugar muy bien al ajedrez, pero desde hace años me gusta mucho, y esa fue la razón de incluirlo tanto a nivel de trama como a un nivel un poco más metaliterario.

Este soy yo. Así es mi novela. Poco más que añadir.

Espero que disfrutéis mucho de su lectura.

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