Este verano disfruta de la pareja formada por el sargento Bevilacqua y el agente Chamorro.

En su décima novela, y duodécimo título de la serie que comparte con su compañera Chamorro, Bevilacqua vuelve a ser un veinteañero, y con él vuelve en cierto modo a serlo su autor. Investiga un crimen ocurrido en otoño de 2017, esto es, ya en su madurez, pero cuando se descubre que la víctima, un varón de mediana edad asesinado a palos en una playa de Formentera, tiene un pasado vinculado a ETA, se abre en el subteniente la espita de los recuerdos de lo que vivió en el País Vasco entre el final de los años ochenta y el principio de los noventa del pasado siglo, cuando estaba destinado en la lucha antiterrorista.

Podría decirse por tanto que El mal de Corcira contiene dos novelas en una: una investigación criminal actual y el viaje a esos años difíciles y trágicos, de la mano de alguien que los vivió en primera línea y que, como los demás que estuvieron allí, no salió indemne de la experiencia. Las dos historias avanzan en paralelo hasta converger en el ánimo de su protagonista.

Era una novela que me debía, le debía a Bevilacqua y debía también a los lectores. Desde su primera aventura, El lejano país de los estanques, se sabe que Bevilacqua pasó un tiempo en el País Vasco y la lucha antiterrorista antes de dedicarse a su labor actual como investigador de homicidios en la unidad central de policía judicial de la Guardia Civil.

En la tercera, La niebla y la doncella, aparece por primera vez el nombre de Intxaurrondo, sede de la comandancia de Guipúzcoa y por mucho tiempo una palabra repleta de resonancias en la lucha contra ETA.

Aunque siempre he tenido esta novela en mente, no quise abordar la historia de forma prematura, y ahora me alegro. La he escrito cuando debía. Cuando un Bevilacqua ya baqueteado y maduro puede dialogar con su yo juvenil. Cuando el terrorismo de ETA ha sido vencido por quienes defendían los derechos y las libertades de sus conciudadanos. Y cuando he podido reunir la información y los testimonios suficientes, de ambos lados del conflicto, para escribir una novela que contribuya a hacer el cuadro completo de una de las grandes historias de nuestro tiempo, desde la perspectiva de los que, siempre callados, fueron decisivos para que el terror quedara en un mal recuerdo.

Lorenzo Silva

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