A ti te encontre en internet ok

 

Llevo toda la vida escribiendo sobre relaciones porque nunca he conseguido entender por qué nos cuesta tanto estar bien con alguien cuando la mayoría tenemos unas ganas inmensas de conseguirlo. Si el ser humano quiere algo de verdad eso es amar y ser amado. Y, sin embargo, la soledad es una de las principales enfermedades de la sociedad actual. Estar solo es necesario, para aprender a conocerse y a quererse a uno mismo independientemente de que alguien más nos quiera. Pero cuando ya has logrado alcanzar un equilibrio y tienes la autoestima suficiente como para poder amar a otro, apetece bastante más poder hacerlo. Entregarse y dar todo ese amor, compartir lo aprendido por uno mismo y aprender del que duerme al lado.

Para mí ese es el estado ideal en el que uno debe poner los receptores en órbita para encontrar pareja y, si es necesario, buscarla. Ya que si no, luego pasa lo que pasa. Que nos liamos con alguien que no nos conviene por necesidad, por miedo a estar solos y a tener que enfrentarnos a nosotros mismos y nuestras carencias, y aceptamos cualquier cosa como animal de compañía. Por cosa me refiero incluso a los malos tratos. Por animal, pues eso, ser vivo no racional que camina sobre las dos patas. Cuando buscamos a alguien desesperadamente, vamos bajando el listón de lo que realmente nos gustaría hasta extremos insospechados. Y podemos autoconvencernos de que estamos enamorados y de que el otro ser nos conviene, aunque a todas luces no sea así.

Digo todo esto porque tanto en la calle como en Internet te encuentras con esas personas que van como un elefante por una cacharrería, arrastrando con todo lo que encuentran a su paso, que podrías ser tú. Gente que, como no se acepta tal y como es, se intenta ocultar tras una fachada impostada, fingiendo ser quien le gustaría ser, inventándose cualidades físicas y psicológicas que sueña con tener, y, por lo tanto, engañando al personal.

La gran diferencia con conocer a alguien en la calle es que en Internet es más fácil escudarse tras la pantalla y describirse como el ser perfecto. Por eso muchos se eternizan en encuentros cibernéticos y retardan el momento de quedar hasta que ya resulta sospechoso e inaplazable, para mantener esa relación platónica que sentimentalmente les satisface, porque saben que en cuanto descubran quiénes son de verdad, se les acabará el cuento. Y es una profecía autocumplida en tanto que, si engañas, sólo consigues que la otra persona se enamore de la idealización que le has vendido, y le decepcionarás seguro. Además, ¿cómo va a volver a fiarse de ti?

En cambio, si vas con la verdad por delante, el riesgo de no gustar, de que la relación no avance, se reduce a la existencia de química sexual, al hecho de sentirse atraídos mutuamente o no. Eso es en realidad lo que le ocurre a la mayoría de los que se relacionan a través de los portales de contactos y las diferentes vías de cibercomunicación por las que se puede conocer gente afín que está buscando lo mismo: AMOR. O sexo, que también puede ir separado. La cuestión es ser sincero con lo que se es y se desea, para no dar lugar a equívocos y acabar pasando una situación desagradable o provocándole un mal rato al prójimo.

Si quieres sexo, no vayas diciendo que buscas a la mujer de tu vida porque la pobre chica se lo creerá, y después del polvo, cuando desaparezcas, se sentirá ultrajada, engañada, minusvalorada… Y, o bien te perseguirá (si no tiene demasiado amor propio), o bien te echará un mal de ojo. Un mal karma que no queremos, ¿verdad? Si quieres sexo, te metes en Badoo, por ejemplo, y no te preocupes, que vas a encontrar carne fresca dispuesta a quedar sin intercambiar prácticamente ni dos frases.

Si quieres amor, puedes encontrarlo en chats, en webs de contactos como Meetic, o hasta en juegos en línea; el amor está en todas partes. Aunque luego puede que conozcas a alguien con quien chatees por un tiempo y en la primera cita no surja el amor pero sí que fluya el sexo, y eso que te llevas, claro. Pero siempre con las cosas claras.

Una vez quedas con la persona con la que has interactuado a través del ordenador, si hay ese feeling imprescindible, la relación ya se establece por los cauces normales y todos los entrevistados coinciden en que no influye haberse conocido por Internet en que las cosas salgan mejor o peor. Es simplemente un medio para acceder a muchísima más gente de la que nuestra vida cotidiana nos permite. Que, además, por la sinceridad con la que mucha gente se desnuda ante el receptor al escribir en su teclado puede servir para profundizar mucho más incluso antes de verse las caras, de modo que después ya hay una confianza recíproca que relaja bastante la tensión de las primeras veces y facilita el entendimiento recíproco. De ahí que muchos acaben formando una familia, como ocurre con unos cuantos entrevistados de «A ti te encontré en Internet«.

Casos hay de todo tipo, con mejores o peores resultados, cientos de experiencias que te ayudan a saber cómo funcionan las relaciones por Internet y te orientan sobre cómo moverte en las redes como pez en el agua. Previniendo y aprendiendo a utilizar todas las herramientas a tu favor. Si ya tienes pareja, simplemente por la curiosidad de saber qué cuentan los que la buscan por Internet, que hay testimonios para alucinar, ya tienes un motivo para leerte este libro. Yo espero que os guste a todos. Y aquí me tenéis para lo que queráis comentar, ¡que igual podemos hacer una segunda parte!

Anterior

Ganador del reto: The Host

Siguiente

Cuentos para sonreír, reír y carcajearte

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar