Estimado lector:
Esta carta contiene una pequeña confidencia personal.
Como sabes, el año pasado publiqué El maestro del Prado haciendo público por primera vez el extraño encuentro que tuve con un sabio desconocido en el Museo del Prado y de quien heredé toda mi pasión por los misterios del arte. Aquella vivencia -¡qué duda cabe!- fue definitiva en mi trayectoria humana y profesional. Sin embargo, déjame contarte que he tenido otras de las que a menudo me nutro para construir mi particular universo literario.
De todas ellas, quizá la que tengo en más estima fue la noche de un lejano verano de 1997 que pasé a solas en el interior de la Gran Pirámide, en Egipto. Lo que sentí allá dentro, en esa soledad milenaria que solo un recinto como ese proporciona, es el motor de mi nuevo libro La pirámide inmortal.
Tras El maestro del Prado son muchos los lectores que se han asomado a mi mundo, y sé que La pirámide inmortal va a ser un descubrimiento para todos ellos.
Si te produce curiosidad saber qué se siente, qué se ve, encerrado toda una noche en un recinto de 4.500 años de antigüedad, esta nueva novela te va a hacer cómplice directo de semejante aventura.
Gracias por tu entusiasmo. Es contagioso.
Javier Sierra.
