el beso

Como cada año, cada 14 de febrero, las personas buscan demostrarle a su pareja, o prospecto de pareja, que el verdadero amor ha germinado en su pecho.  E inevitablemente algún cínico espectador pensará que todo el ritual de esta fecha, sólo sirve para abultar las cuentas de los comercios.
Quizá a los escépticos no les falte razón, pero hay una verdad a la cual el ser humano no puede escaparse: el amor es un motor poderoso para cambiar destinos, de individuos e incluso de naciones. Los relatos literarios e históricos no dejan lugar a que nazca la duda.
Vayamos al ejemplo más rotundo. Recordemos que el amor por una mujer, aunque los materialistas dialécticos digan que fue el comercio, detonó una de las guerras más cruentas y largas. El bardo ciego dice que Paris no pudo resistirse a la belleza de Helena y juró que a su amor no lo detendría nadie. Menelao, esposo poco comprensivo de Helena, no estuvo muy de acuerdo con los amorosos y decidió emprender un asedio que duraría una década. Quien lo dude puede consultar la fuente directa: http://bit.ly/1zbZldN.
Pero no tendríamos que remontarnos a una historia llena de héroes y dioses. La oficina misma puede ser el lugar más épico cuando el amor decide arrasar con dos personas. Tomemos a un viejo oficinista, ya viudo, casi en el cenit de su existencia. Un hombre que siente que no debe esperar más del tren de la vida, porque hace mucho dejó atrás su estación. Su única esperanza es esperar el cheque de jubilación y ponerse a sembrar en algunas macetas. Pero las vías tuercen su destino y llega hasta esa oficina una mujer joven, fresca, bella pero no deslumbrante. Y entonces nuestro viudo, que se llama Martín Santomé, no tiene más remedio que amar a Laura Avellaneda, cambiando el orden que solía llevar, lo que es decir su mundo y consolidando una de las historias de amor más celebradas de la literatura. Mario Benedetti decidió nombrar La tregua a esta novela.
La comprobación de que el amor entre dos personas puede aflorar sin importar condición social o cultural, llega de la mano de una novela legendaria. Porque aunque es un compendio erudito de muchas cosas, en el fondo Rayuela es la historia de amor, rayana en la locura, entre Horacio Oliveira y  Lucía, una joven uruguaya conocida como La Maga. Soslayemos las conversaciones de literatura, jazz y más trivialidades cuando se reunían con sus amigos del Club de la Serpiente. Lo que conduce a la novela es, sí lo adivinaron, el amor. Cortázar lo deja claro desde el principio con las cuatro palabras que abren su relato: ¿Encontraría a La Maga? O ese portento de poesía que es el famoso capítulo 7: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos y recomenzar…”
Tres recomendaciones amorosas que podríamos descubrir o revisitar en compañía de esa persona que, como buena historia, nos hace sentir que el tiempo se detiene.

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