Esto, en sí, es de las cosas menos notorias que se pueden dar en una librería hoy en día. Nuestro querido amigo Stephen King saca una media de dos libros al año, y citando al enorme Joaquín Reyes: «¡¡Y en inglés!!, que es más difícil”. Entre novelas, ensayos, guiones de cine, etc, alcanzará fácil la cifra de más de doscientos textos en su haber. Se dice pronto.

El caso es que no solo es uno de los autores más prolíficos de la historia, sino que además domina tal cantidad de narrativas que nunca deja de sorprendernos. Se le conoce como “El maestro del terror” pero no solo podemos hablar de grandes novelas englobadas en ese género. Misterio, Ciencia Ficción, Fantasía, Novela negra, …

Recordemos por ejemplo que es el escritor de un relato corto que dio lugar a una de las películas mejor valoradas de la historia, “Cadena perpetua”, que poco o nada tiene que ver con el mundo sobrenatural al que nos tiene acostumbrados. Hollywood le debe demasiado, de hecho, posee el récord Guinness de escritor con más adaptaciones de sus libros a la gran pantalla.

En su nuevo libro, Billy Summers, relata la vida de un ex francotirador del ejército, reciclado en asesino a sueldo, que posee la peculiaridad de que solo mata a personas que se lo merezcan. ¿Qué quien decide quien se lo merece? Pues Billy, que para eso es quien aprieta el gatillo, claro. El caso es que esta novela, que arrasará, como no puede ser de otra forma, en las compras navideñas, no solo es un thriller al uso. Billy se muestra, en apariencia con los demás, como un hombre simple y bobalicón, pero en la soledad es introspectivo y muy inteligente. Mientras espera la llegada de su siguiente víctima, Billy repasa la historia de su vida y es en esa metanarrativa donde Stephen King nos superpone dos novelas en una, y son dos novelas estupendas, con una agilidad tremenda y una opresión que nos obliga a cerrar las paginas en algún momento para poder tomar aire. Y en eso sí que Stephen es el mejor.

Y es que, a Stephen King, le debemos todos más de lo que nunca seremos capaces de admitir. Sus libros, poblados siempre de personajes infantiles y juveniles, nos arrancaron de esa puerilidad y nos estrellaron de golpe contra el muro de la adolescencia, o de la madurez, dependiendo de en qué momento cayera a nuestras manos el primer King. Es verdad que cruzar esa línea con él nunca fue fácil, siempre iba acompañado de sangre, muertos que vuelven a la vida, hoteles con pasillos interminables, cárceles abandonadas, hospitales psiquiátricos, y con todo ello, las consiguientes pesadillas, noches en vela y mucho, muchísimo terror. Pero por raro que pudiera parecer, siempre volvíamos a por más, y volvemos. Porque en sus novelas siempre había redención. Aquellos que se equivocaban, como nosotros entonces, podían reconducir sus vidas, no sin haber pasado gran cantidad de penurias por en medio, claro.

Pero no solo nos ha regalado miedo. Stephen King es un digno heredero de Mark Twain, sus aventuras, y sus personajes a medio camino entre el niño y el adulto siempre han sido una ventana por donde escapaban nuestros miedos, y nuestros traumas, mientras él nos hablaba de los suyos. Nos dio a conocer el Bullying con “Carrie”, nos hizo temer la vejez con su Joyland, la obsesividad enfermiza de Annie la protagonista de Misery, la adicción a los móviles en Cell, incluso alguno empezamos a mirar raro a los gatos después de leer Cementerio de animales.

Pero volvíamos, porque necesitábamos creer en ello. Porque ese mundo que nos asustaba era un mundo en el que estábamos deseando entrar. La madurez. Porque los payasos ya no se caían al suelo con pieles de plátano o se tiraban tartas de nata a la cara. Después de King, los payasos te esperaban en las alcantarillas para arrancarte el brazo. Tal cual. Sin paños calientes. Se podría decir que el cambio resultaba drástico, sí, pero era eficaz, no cabe duda.

Hasta que llegamos a él, los San Bernardos eran unos perros bien cariñosos, pero después de Cujo, cuidado, que ya no íbamos a saludarlos con tantas ganas por la calle. O los pueblecitos tranquilos. Que paz, que tranquilidad… Pero es acordarse de El misterio de Salem´s Lot y echarte la mano al bolsillo para comprobar que tienes las llaves del coche para salir pitando por si empiezan a pasar cosas raras.

Ese es el lujo de Stephen King. Por eso su nombre suena cada año como posible ganador del Nobel. Porque el mundo real le deberá siempre haber hecho todo más interesante, habernos hecho más inteligentes, más valientes y más soñadores. Por habernos dejado escapar una y mil veces. Como él dice: “Que te asusten es como el sexo, la primera vez nunca se olvida”, así que por la cuenta que nos trae, nunca lo olvidamos, porque con él, por primera vez, conocimos el valor del miedo.

Raúl Blasco de Casa del Libro Grancasa.

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