Espías en torno a un libro.
Por Pilar Pascual
Él me espiaba. Mi sobrino. A todas horas, mientras escribía Mundo Sueño. Al principio yo no me daba cuenta, pero poco a poco empecé a notar que siempre rondaba cerca de mi ordenador portátil durante las largas horas de verano, cuando más tiempo pasamos juntos. Empecé a sospecharlo no porque le descubriera haciéndolo; fue porque las miradas de ansiedad, desesperación e impaciencia que hasta entonces tenía -debido a los largos periodos de espera entre una parte y otra de la saga-, de repente habían sido sustituidas por fugaces destellos pícaros, ansiosos pero alegres, y sonrisas mal disimuladas. Y entonces, tal como Rebeca Balvatin y su abuelo, los personajes de mi libro, comenzamos a espiarnos el uno al otro. Él aprovechaba cuando yo hacía un descanso y me levantaba a tomar algo o al servicio para atisbar las nuevas páginas escritas en mi portátil. Yo, volvía de repente, o más tarde le hacía preguntas de improviso, tratando de que cometiera un desliz y demostrara que sabía más de la cuenta. Y así, como en la misteriosa casa del abuelo de Rebeca, el profesor Balvatin, rodeados de libros y bajo el peso del calor, nos vigilábamos el uno al otro, escritora y lector, tía y sobrino, mientras Mundo Sueño crecía y crecía.
Hasta que nos descubrimos, al fin. Nos pillamos el uno al otro, él leyendo, yo acechando, y nos dio tal ataque de risa que no podíamos parar. Y en medio de aquella batalla de risas, cosquillas, el portátil, y que los demás nos miraban sin entender nada y nosotros entendiéndolo todo, comprendí lo que alguna vez he oído decir a otros escritores: que no hay literatura sin lectores, que no hay gozo más grande que compartir lo escrito. Quizá este solo es superable por el gozo de leer lo escrito por otros, y de esto sé un rato, pues soy una devoradora insaciable de libros. Así que si todavía no os habéis adentrado aún en Mundo Sueño, recordad cuando lo leáis y descubráis que algunos nacen con la marca del Sueño y que gracias a ellos lo que una vez estuvo unido podrá volver a estarlo, que leer es muy parecido a soñar; que los libros son, en realidad, sueños, y que el mundo necesita personas que no tengan miedo a soñar. Porque solo quien persigue sus sueños es dueño de su libertad.
Puedes seguir Mundo Sueño en: